martes, 31 de mayo de 2011

La Eneida, Libro VI


Eneas y su flota han llegado a Italia, al bajar se dirigen al templo de la Sibila donde rápidamente hacen los sacrificios se corresponden y Eneas le pide a la sacerdotisa que lo ayude a bajar al inframundo para ver a su padre. Esta le da instrucciones sobre cómo conseguir una rama de oro necesaria para poder descender, este cumple con esto y logra descender a pesar de estar vivo. Caronte lo transporta hacia un bosque donde encuentra a su padre Anquises y por el camino ve almas de personas conocidas. El padre comienza a contarle a Eneas sobre este lugar, primero le habla sobre el río Leteo, y de cómo las almas que después de mil años son nuevamente puras pueden beber de su agua para volver a reencarnar. En base a esto, Anquises le enseña a su hijo cuales de esas almas serán parte de su descendencia (especialmente Julio César y César Augusto) Una vez que le hubo mostrado a todos estos héroes, Anquises acompaña a su hijo y a la Sibila hacia dos puertas, una de cuerno y otra de marfil. Ellos salen por la de marfil, Eneas regresa con sus compañeros, levan anclas y se dirigen al puerto de Cayeta, donde las naves descansan ahora.

Fragmento:

En cuanto cesó el furor y calló la boca rabiosa,
comienza el héroe Eneas: «No me presentas, virgen,
el rostro de fatiga alguna nueva o inesperada;
todo lo he probado y en mi pecho antes lo he recorrido.
Sólo esto te pido: como aquí está -se dice- la puerta del rey
infernal y la tenebrosa laguna que ciñe el Aqueronte,
llegar a la presencia de mi querido padre y que toque
su rostro; que el camino me muestres y me abras las sagradas puertas.
Yo a él, entre las llamas y los dardos a miles que nos seguían,
lo rescaté sobre mis hombros y lo libré de las manos del enemigo;
él, siguiendo mi camino, todos los mares conmigo
y todas las amenazas del piélago y del cielo soportaba,
sin aliento, más allá de sus fuerzas y de la suerte de sus años.
Y más aún, que suplicante a ti acudiera y a tu puerta llegase,
él también en sus ruegos me lo ordenaba. Del hijo y del padre
te suplico que te apiades, alma (pues todo lo puedes
y no en vano Hécate puso a tu cuidado los bosques del Averno),
si es que pudo Orfeo conjurar a los Manes de su esposa
valiéndose de la cítara tracia y las canoras cuerdas,
si Pólux rescató a su hermano con otra muerte
y va y vuelve tantas veces por ese camino. ¿Y Teseo? ¿Y qué voy
a decir del gran Alcides? También mi estirpe viene de Jove supremo.»
Con tales palabras rezaba y abrazaba los altares,
cuando esto comenzó a decir la vidente: «Nacido de la sangre
de los dioses, troyano Anquisíada, fácil es la bajada al Averno:
de noche y de día está abierta la puerta del negro Dite;
pero dar marcha atrás y escapar a las auras del cielo,
ésa es la empresa, ésa la fatiga. Unos pocos a los que amó el justo
Júpiter o su ardiente valor los sacó al éter,
lo lograron hijos de dioses. En medio los bosques todo lo ocupan,
y el cauce del Cocito lo rodea en negra revuelta.
Pero si ansia tan grande anida en tu pecho, si tanto deseo
de surcar dos veces los lagos estigios, de dos veces ver la negrura
del Tártaro y te place emprender una fatiga insana,
escucha primero lo que has de hacer. En un árbol espeso se esconde
la rama de oro en las hojas y en el tallo flexible,
según se dice consagrada a Juno infernal; todo el bosque
la oculta y la encierran las sombras en valles oscuros.
Mas no se permite penetrar en los secretos de la tierra
sino a quien ha cortado primero los retoños del árbol de dorados cabellos.
La hermosa Prosérpina determinó que se le llevara
este presente. Cuando se arranca el primero no falta otro
de oro y echa hojas el tallo del mismo metal.
Así que busca atentamente con tus ojos y tómala con tu mano
según el rito cuando la halles, pues por su gusto y fácilmente
habrá de seguirte, si los hados te llaman; ni con todas tus fuerzas
de otro modo podrías vencer ni arrancarla con el duro hierro.
Otra cosa: yace sin vida el cuerpo de uno de tus amigos
(lo ignoras, ¡ay!) que con su muerte mancilla a la flota entera,
Mientras tú consejo demandas y te demoras en mis umbrales.
Ponlo primero en su lugar y dale sepultura.
Toma unas ovejas negras, que sean la expiación primera.
Así, por fin, podrás los bosques contemplar estigios y los reinos
prohibidos a los vivos.» Dijo y calló cerrando la boca.
Eneas con los ojos bajos y el rostro afligido
echa a andar la gruta dejando, y a los oscuros sucesos
da vueltas en su corazón.
….

De aquí el camino que lleva a las aguas del Aqueronte del Tártaro.
Turbio aquí de cieno y de la vasta vorágine un remolino
hierve y eructa en el Cocito toda la arena.
Un horrendo barquero cuida de estas aguas y de los ríos,
Caronte, de suciedad terrible, a quien una larga canicie
descuidada sobre el mentón, fijas llamas son sus ojos,
sucio cuelga anudado de sus hombros el manto.
Él con su mano empuja una barca con la pértiga y gobierna las velas
y transporta a los muertos en esquife herrumbroso,
anciano ya, pero con la vejez cruda y verde de un dios.
Hacia estas riberas corría toda una multitud desparramada,
mujeres y hombres y los cuerpos privados de la vida
de magnánimos héroes, y muchachos y muchachas solteras,
y jóvenes colocados en la pira ante la mirada de sus padres:
como todas esas hojas en las selvas con el frío primero del otoño:
caen arrancadas, o todas esas aves que se amontonan
hacia tierra desde alta mar, cuando la estación fría
las hace huir allende el ponto y las arroja a tierras soleadas.
De pie estaban pidiendo cruzar los primeros
y tendían sus manos por el ansia de la otra orilla.
Pero el triste marino a éstos o a aquéllos acoge,
mas a otros los mantiene alejados en la arena de la playa.
Así pues, Eneas, asombrado y emocionado por el tumulto:
«Dime, virgen -exclama-, ¿qué quiere el gentío de la orilla?
¿Qué buscan las almas? ¿Con qué criterio unas dejan las riberas
mientras surcan otras las lívidas aguas con sus remos?»
Así le repuso la longeva sacerdotisa en pocas palabras:
«Hijo de Anquises, retoño bien cierto de los dioses,
estás ante las aguas profundas del Cocito y la laguna estigia,
por la que temen jurar los dioses y engañar a su numen.
Toda esta muchedumbre que ves es una pobre gente sin sepultura;
aquél, el barquero Caronte; éstos, a los que lleva el agua, los sepultados.
Que no se permite cruzar las orillas horrendas y las roncas
corrientes sino a aquel cuyos huesos descansan debidamente.
Vagan cien años y dan vueltas alrededor de estas playas;
sólo entonces se les admite y llegan a ver las ansiadas aguas.»
…..
(Eneas encuentra a su padre)
Y el padre Anquises, en lo hondo de un valle verdeante,
observaba a las almas encerradas que iban a subir al mundo
superior fijándose con atención, y al número todo
de los suyos andaba censando, y a sus nietos queridos
y el hado y la fortuna de los hombres, sus costumbres y sus obras.
Y cuando vio a Eneas que le venía al encuentro
por la hierba, le tendió gozoso ambas palmas,
se llenaron de lágrimas sus mejillas y la voz se escapó de su boca:
«¡Al fin, has llegado! ¿Esa piedad tuya que tu padre anhelaba
ha podido vencer el duro camino? ¿Se me da mirar tu rostro,
hijo mío, y escuchar y responder a voces conocidas?
Así ciertamente lo esperaba en mi corazón y pensaba
que ocurriría los días contando, y no me engañó mi cuidado.
¡Qué tierras y qué mares inmensos has recorrido
para que te reciba! ¡Por qué peligros has pasado, hijo!
¡Cómo temí que te dañaran los reinos de Libia!»
Y Eneas a su vez: «Padre, tu triste imagen a menudo
se me apareció y me empujó a buscar estos umbrales;
las naves aguardan en el mar tirreno. Dame tu diestra,
dámela, padre mío, y no te sustraigas a mi abrazo.»
Así diciendo con mucho llanto regaba a la vez su rostro.
Tres veces intentó poner los brazos en torno a su cuello;
tres veces huyó de sus manos la imagen en vano abrazada,
como el viento ligera y en todo semejante al sueño fugitivo.

domingo, 29 de mayo de 2011

La ENEIDA



Aunque en su juventud Virgilio participó de la corriente literaria de los poetas, cuya producción consistía principalmente en breves poemas sobre argumentos de amor o temas ligeros, para escribir la Eneida se inspiró, en la antigua poesía épica romana de Naevius y de Ennius, y más aún en los poemas homéricos. Se puede, en efecto, dividir la Eneida en dos partes: los seis primeros libros, que relatan el viaje de Eneas, recuerdan la Odisea, mientras que pensamos en la Iliada leyendo los otros seis libros, que relatan los grandes hechos cumplidos por Eneas en Italia hasta su victoria final sobre los latinos.
El poema fue escrito bajo el reinado de Augusto, para celebrar la pacificación del Imperio, pero en realidad es algo más que una alabanza al emperador. Aparece como la apología del espíritu de Roma a través de las aventuras del héroe legendario Eneas, cuyos descendientes habrían fundado la ciudad. Virgilio mezcló en su poema la leyenda con la realidad, según costumbre de los poetas épicos.

Este poema, editado por primera vez por los amigos de Virgilio, Varius Tuca, ha suscitado la admiración de los poetas de todos los tiempos, y siempre se lo ha considerado como una de las más bellas exaltaciones de Roma que se hayan escrito. Por el interés de su argumento general, por la belleza de sus episodios secundarios, por la puntualidad y excelencia del estilo, por la melodía de los versos y por una profunda comprensión de las grandezas y los dolores humanos, es la Eneida uno de los grandes poemas épicos de la literatura universal.

Después de una breve introducción en que Virgilio anuncia cuál será el tema de la Eneida, comienza el relato. Eneas, príncipe troyano, navega por las aguas sicilianas hacia Italia, cuando Eolo, obedeciendo a la voluntad de la pérfida Juno, desencadena una terrible tempestad, durante la cual se extravían algunos barcos troyanos, mientras otros encallan en las costas. Felizmente, Neptuno, irritado por la audacia de Eolo, devuelve la calma al níar y a los vientos. Eneas, con siete de sus naves, se refugia en un puerto, cerca de Cartago. Es recibido con benevolencia por la reina Dido, viuda del rey Siqueo. Interrogado sobre las desgracias de su patria, cuenta los últimos días de Troya, con los trágicos acontecimientos que siguieron a la entrada en la ciudad del caballo de madera ideado por Ulises. Explica cómo, habiéndosele aparecido en sueños Héctor, para aconsejarle la huida, logró salvarse con su padre Anquises, su pequeño hijo Ascanio (también llamado Yulo) y los dioses de su patria.

Virgilio

Publio Virgilio Marón. Hijo de campesinos, Virgilio nació en Andes, una aldea próxima a Mantua, en la región italiana de Venetia et Histria. Aunque hijo de padres modestos, Virgilio estudió retórica y lengua y filosofía griegas en Cremona, Milán, Roma y Nápoles.

Si bien no intervino de modo directo en la vida política, desde muy pronto Virgilio disfrutó del apoyo de mecenas y amigos, como Cayo Mecenas, el poeta Horacio e incluso Octavio, el futuro emperador Augusto, en parte propiciado por el éxito de su primera obra mayor, las Bucólicas, en las que desarrolla muchos temas de la tradición pastoril, tomados sobre todo de los Idilios de Teócrito, aunque introdujo numerosas alusiones a personajes y situaciones de su época.

Incitado por sus protectores, escribió las Geórgicas, en apoyo de la política imperial de relanzar la agricultura en Italia, en las cuales recrea la belleza de la vida campesina y sus distintos aspectos: labranza, ganadería y apicultura.

La vertiente pública de la poesía de Virgilio llegó a su cima cuando afrontó la tarea de escribir un ambicioso poema patriótico a imagen de las grandes epopeyas homéricas, la Eneida, que debía cantar las virtudes del pueblo romano y cimentar una mitología propia para la nación. Para ello escogió la conocida figura legendaria del héroe troyano Eneas. Durante otros doce años trabajó en la composición de esta su obra maestra, poema épico que incluye doce cantos o libros.

Al principio, Eneas logra huir del desastre de Troya llevando sobre los hombros a su anciano padre, Anguises, y a su hijo Ascanio de la mano; reúne una flota y zarpa con los supervivientes troyanos rumbo a Tracia, Creta, Epiro y Sicilia, antes de abordar las costas de África. Luego relata los amores de la reina de Cartago, Dido, con Eneas, y el suicidio de ella tras la partida del héroe. Tras un interludio, la última parte narra la llegada de Eneas a Italia, y la guerra que sostiene con Turno, rey de los rútulos; la victoria le otorga la mano de Lavinia, princesa del Lacio.

Según Virgilio, el linaje romano procede del hijo de Eneas, Ascanio, que habría fundado la ciudad de Roma. El modelo homérico está presente tanto a nivel formal como temático, aunque es visible también la influencia de poetas romanos como Ennio, Lucrecio y Apolonio de Rodas.

El verso de Virgilio en la Eneida fue considerado en su propia época, y a partir de entonces, como modelo de perfección literaria tanto por su equilibrio métrico como por su musicalidad. Sin embargo, el poeta no pudo terminar su obra, pues en el 19 a.C. emprendió un viaje por Grecia y Asia con la intención de corroborar sobre el terreno las referencias paisajísticas y geográficas de su obra maestra, práticamente finalizada para entonces, y para profundizar en el estudio de la filosofía. Durante el viaje enfermó gravemente, y en su lecho de muerte pidió a sus amigos Vario y Plocio que destruyeran la Eneida, por considerarla imperfecta, ruego que no fue atendido por orden de Augusto.

Se atribuye asimismo a Virgilio la composición de un conjunto de obras menores de carácter épico, elegíaco y didáctico, conocido como el Appendix vergiliana, que quizás podrían ser obras de juventud, aunque no está bien dilucidada su autoría. El renombre de que gozó fue enorme no sólo en su época, sino a lo largo de toda la Edad Media, que le consideró como un cristiano anticipado, e incluso se llegó a ver en una de sus Bucólicas una profecía de la llegada del Mesías. En su Divina Comedia, Dante lo convirtió en su guía a través del Infierno y el Purgatorio, y le consideró su maestro.

Eneas:

Eneas (Αινειασ) es un héroe de la mitología latina basado en el héroe de la Odisea descrito por Homero. Era hijo de Anquises, un príncipe troyano y de Venus, la diosa del amor.
Eneas fue criado por unos pastores en la montaña hasta que cumplidos los cinco años, su padre Anquises se lo llevó a la ciudad a casa de su cuñado Alcátoo para que éste le educase. Con el tiempo se convirtió en el más valeroso de los héroes troyanos, después de Héctor. En los combates que tuvieron lugar durante la guerra de Troya, se vio auxiliado y favorecido en varias ocasiones por algunos dioses, según cuenta la narración de Homero, que termina de relatar sus hazañas cuando da fin a dicha guerra. Las aventuras y sucesos posteriores son creación del poeta romano Virgilio, que era poeta oficial de Augusto.
Cuando la guerra de Troya se terminó Eneas fue perdonado por los griegos en consideración a que había sido partidario de la paz y había terciado por la devolución de Helena aMenelao, su marido griego. Eneas marchó con un grupo de troyanos a Macedonia, de allí a Sicilia (en ambos sitios surgieron aventuras) hasta llegar a Laurentio en la costa delLacio, en la península itálica. Allí fundó otra Troya en la costa del mar Tirreno, en el lugar de desembarco. Después remontó el río Álbula (que más tarde sería llamado Tíber) y llegó hasta un poblado llamado Palanteo que estaba emplazado en el lugar que con el tiempo sería conocido como el Palatino. La región era gobernada por Latino, el rey de los aborígenes. Eneas hizo una alianza con este rey y además se casó con Lavinia, su hija; en su honor fundó la ciudad de Lavinio. Eneas y Lavinia tuvieron un hijo al que llamaronAscanio.

Literatura romana

El pueblo romano creció y se desarrolló desde la ciudad de Roma hasta formar uno de los mayores imperios conocidos por la historia. En su devenir, que abarca aproximadamente desde el siglo VII a.C. hasta el siglo V d.C., los romanos entraron en contacto con muchas otras culturas, pero una de ellas los marcó como ninguna otra: la griega.
Si bien Roma no se distinguió por su originalidad, sino por su enorme capacidad para asimilar e imitar las tecnologías, organizaciones y pensamientos de otros, en el campo del arte y de la literatura su modelo fue sin duda el griego. La literatura griega se erigió así en los cimientos de la literatura romana, si bien ésta la renovó en algunas aspectos y la presentó a la historia en su forma final.
Por supuesto, si bien la literatura romana tomó muchas ideas e imitó el estilo griego, escribió sus obras en su propia lengua, el latín, lengua muerta en la actualidad pero que tuvo una enorme vigencia histórica durante la Edad Antigua y Medieval. El latín fue una lengua práctica, mucho menos armoniosa que la griega y con menos vocabulario, por lo cual las obras latinas tenían un sentido más bien didáctico-moralizante.
En cuanto a los autores romanos más destacados, Livio Andrónico,fue un escritor de origen griego que vivió en el siglo III a.C., tradujo al latín la Odisea e inició época romana en literatura. De esa misma época fue Nevio, quien se encargó de la traducción de la Iliada.
La época dorada de la literatura romana se vivió en el siglo I a.C, y particularmente en la convulsa etapa de las guerras civiles y la instauración del Imperio bajo Augusto. En esa etapa coincidieron Virgilio, autor de la Eneida; Ovidio, que escribió Las Metamorfosis;Séneca, uno de los mayores filósofos de Roma; HoracioMarcialJuvenal y algunos otros. Algo posterior es Plinio el Joven, cuyo legado científico y naturalista fue comparable a su calidad literaria. Más adelante es obligada la referencia a Suetonio, autor de “Las vidas de los doce césares”, una obra capital para los historiadores de los inicios del Imperio Romano.

viernes, 20 de mayo de 2011

Frases de Antígona para REFLEXIONAR

"No te obstines en mantener como única opinión que lo que tú dices es lo razonable, y no lo es lo que diga otro" 
(Hemón a Creonte, Episodio III)

"Pero terrible es la fuerza del destino: ni las riquezas, ni Ares, ni las torres, ni las negras naves que sufren los embates de las olas la pueden evitar".
(Coro, Estásima IV)

"Pero cuando el hombre yerra, es sensato y prudente para el hombre reparar el mal en el que ha caído y no obstinarse en él"
(Tiresias, Episodio V)

"De la suerte del destino tiene asignada a los mortales, no hay quien pueda evadirse"
(Coro, Éxodo)

"La prudencia es la primera condición para la felicidad; y es menester, en todo lo que a los dioses se refiere, no cometer impiedad. Los orgullosos, luego de pagar con grandes golpes sus arrogantes palabras, aprenden a ser sabios cuando llegan a viejos".
(Coro, Éxodo)